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La izquierda peronista (página 2)




Enviado por Guadalupe Rojo



Partes: 1, 2

"En 1973 el cambio
radicalizado llega, por breves meses, al rectorado de casi todas
las universidades nacionales. Rodolfo Puiggrós, rector de
la UBA, en diálogo
con Enrique Martínez, interventor de la Facultad de
Ingeniería dan por sentada la necesidad de
que tanto los estudiantes como los profesores deben cambiar su
mentalidad y que la universidad debe
guiar a sus docentes
hacia
nuestros objetivos de
emancipación nacional y conquista de una sociedad
más justa."

Puiggrós y Martínez coincidían en
la urgencia de entablar "nuevos programas de
estudio que, en línea con la doctrina nacional, impidan la
infiltración del liberalismo,
del positivismo,
del historicismo, del utilitarismo y yo diría hasta del
desarrollismo, todas formas con las que se disfraza la
penetración ideológica
"

La misión de
las nuevas autoridades consistía en acercar la Universidad
al pueblo. La idea era "sacar a los alumnos de la facultad y
volcarlos a la calle para que conozcan los problemas de
nuestra sociedad".
Según Puiggrós el divorcio entre
Perón y
la intelectualidad no era responsabilidad del peronismo sino de
los intelectuales
y de los estudiantes que "estaban en la vereda de
enfrente."
Para ese entonces, el rector de la UBA ya la
había rebautizado como Universidad Nacional y Popular de
Buenos
Aires.

En su intento por aplicar la teoría
marxista al análisis nacional, Puiggrós
construyó "una de las vías de ingreso para
reivindicar la experiencia peronista
" y procura
"entroncarla con un pasado en donde lucirán como
fundacionales los errores de la izquierda
argentina."

En su obra Historia crítica
de los partidos
políticos argentinos,
Rodolfo Puiggrós
elabora una serie de cuestionamientos hacia al comunismo y al
socialismo
argentino, que en gran medida serán repetidos por la Nueva
Izquierda, posteriormente. Específicamente ligado a su
participación de la Unión Democrática,
subraya el hecho de que hayan coincidido "con la
oligarquía y el imperialismo
en la lucha contra un gobierno
democrático y progresista que contaba con el apoyo de las
amplias masas populares
".

Dentro de la corriente revisionista del peronismo, se
destaca el pensamiento
del nacionalista Hernández Arregui. Este autor subscribe a
la postura crítica del dogmatismo y del liberalismo, en
particular. Ocurre un cambio radical en el paradigma de
progreso: la apertura hacia los capitales extranjeros ya no forma
parte del patrón de desarrollo
sino que se entiende como una etapa de la dependencia
nacional.

El pensamiento de Hernández Arregui se
sitúa en la misma línea que el de Puiggrós,
en relación a la Universidad. Aquel estaba de acuerdo con
la apertura del sector estudiantil hacia las causas nacionales y
sociales y con la posterior radicalización universitaria.
Destacaba como centro de efervescencia revolucionaria la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Desde la perspectiva de Terán, Hernández Arregui
adhiere a la teoría de Agosti, aún cuando
paradójicamente, éste se inspire en un escritor
extranjero, como Gramsci. Ambos estaban convencidos de que la
tradición nacionalista sí podía vincularse y
entrelazarse con el comunismo.

Por otra parte, la obra de Ramos debe ser entendida como
una pieza clave del revisionismo histórico, sobre todo en
cuanto a la dicotomía entre la tradición rosista y
la rivadaviana. Para él, ésta no era más que
"la lucha entre las necesidades de la burguesía
comercial porteña controlada por los británicos
residentes y la clase ganadera
bonaerense."
Su producción literaria florece a fines de los
años sesenta y da sus frutos en los setenta.

Desde el aspecto marxista de la izquierda nacional, el
peronismo constituía un "eslabón del proceso
histórico que, con el yrigoyenismo, anunciaba un futuro
revolucionario".
Mientras que desde la vertiente
nacionalista, se alineaba al movimiento
dentro de la tradición patriótica y popular,
inaugurada por Juan Manuel de Rosas. Esta
reinterpretación de la historia
argentina, donde se revaloriza el papel de los caudillos
nacionales y se cuestiona a la Generación del ´37 (y
al liberalismo en general), trae aparejada una
retraducción de la dicotomía
<<civilización o barbarie>>. Tanto desde la
izquierda nacional como desde la Nueva Izquierda se
entendía que el PC había quedado preso (junto con
los sectores liberales) del concepto de
civilización, concepto que había entrado en
crisis, junto
con la burguesía. Así las cosas, los
descamisados eran comprendidos como una continuidad de las
montoneras y del pueblo yrigoyenista.

Tanto el discurso de
Puiggrós como el de Abelardo Ramos remarcaban la necesidad
de revertir "la mentalidad colonial del sector intelectual
amansado y educado mediante la infiltración
ideológica del imperialismo extranjero".
Puntualmente
en las esferas universitarias, se preocupaban por el carácter antinacional del
estudiantado.

La <<ideología de lo
específico
>> se convirtió en una de las
características fundacionales tanto de la izquierda
nacional
como de la Nueva Izquierda. Alrededor de estas
corrientes ideológicas, resurge (en una versión
alivianada) aquella ola de xenofobia
hacia el Partido Comunista y el Partido Socialista, que
había aparecido en nuestro país en torno al
Centenario mediante la reacción nacionalista liderada por
Manuel Gálvez.

Lo cierto es que el pensamiento de Hernández
Arregui, Ramos y Puiggrós merece el reconocimiento de
precursor de la Nueva Izquierda. La masificación del
revisionismo histórico alcanzado a través de sus
escritos, contribuyó al menos a preparar un escenario
diferente e innovador, en lo sucesivo al derrocamiento de
Perón. Su aporte fue asimilado, mayoritariamente por
aquellos jóvenes intelectuales de izquierda que buscaban
romper con los viejos esquemas.

En varias oportunidades, Ramos va a expresar su
disconformidad sobre la caracterización de "Nueva" para
una Izquierda que ya existía y que no era nada más
ni nada menos que la izquierda nacional. Acerca de la
denominación de neoizquierda por parte del Partido
Comunista, Ramos se lamentaba:

"…explayan sus asombros ante la existencia de una
izquierda que se les antoja nueva y no lo es […] Porque si hay
alguna tendencia ideológica argentina que desde 1945 ha
formulado un análisis incontrovertible de la naturaleza de
clase del peronismo, de su mecánica interna, del carácter de su
régimen bonapartista, […] es precisamente esta
llamada
izquierda nacional."

La caracterización del peronismo como
bonapartismo que será propia del grupo
intelectual Pasado y Presente, había sido
anticipada por Jorge Abelardo Ramos en Revolución
y contrarrevolución en la Argentina
(1957) ; ejemplo
que justifica su reclamo.

Ahora bien, una vez realizada una descripción general de la
contribución teórica de la izquierda
nacional, me ocuparé directamente del surgimiento de la
Nueva Izquierda. Para un análisis exhaustivo de esta
corriente ideológica, este trabajo se
remonta a las fragmentaciones intra liberalismo, de la
década del cincuenta. No es posible comprender el proceso
de transformación de los sectores de izquierda que
desembocan en el peronismo revolucionario, sin reparar
detalladamente en las conflictos
internos de la intelectualidad.

Aquellos sectores liberales que se expresaban a
través de las publicaciones Centro, Verbum y/o
Sur, se enfrentan en 1955, con la disyuntiva de qué
hacer, una vez derrotado el peronismo. Si bien, en los
años anteriores, mantenían una ferviente
oposición al caudillo y su movimiento, la cuestión
no resulta tan sencilla una vez consumada la Revolución
Libertadora. Durante los primeros años, la
sensación que prima es la desilusión;
desilusión provocada por la actitud
inquebrantable de los militares, que de ninguna manera
parecían estar defendiendo valores
liberales.

"Semejante satanización del peronismo hasta
convertirlo en un "hecho maldito" y la terquedad de esa
identificación entre las clases populares restaron
legitimidad a la gestión de la Revolución
Libertadora ante los ojos de la intelectualidad crítica
y conectaron esta evidencia con la pronta
descalificación del liberalismo que aquella decía
sustentar."

De manera que desde la intelectualidad liberal se inicia
un replanteamiento profundo que acaba en la revisión de
sus propios componentes. Por ese entonces, el liberalismo ya
aparecía desprestigiado.

Como bien explica Terán, en primer lugar, aparece
cierta <<reivindicación americanista>> donde
coinciden expresiones provenientes de la cultura
peronista, del liberalismo, de la izquierda y también de
la franja denuncialista (cultura crítica que alrededor de
1950 se desarrolla entorno al Centro de
Estudiantes de Filosofía y Letras [CEFYL] de la UBA).
Posteriormente, dentro de la temática americana, se da
otra ruptura, en este caso entre Norte y Sur. El americanismo
liberal no le es suficiente a la izquierda crítica, que se
empeña en presentar a una América
fragmentada "entre un Norte dominador y un subcontinente
expoliado a los que la historia, la economía y la cultura
no habrían sino desagregado."

El realineamiento post guerra
fría da luz a distintas
corrientes intelectuales antiimperialistas y puntualmente,
antinorteamericanistas. Pero no son sólo estas
características las que definen a la izquierda
crítica. De hecho, la franja denuncialista se destaca,
principalmente por la defensa de una literatura
comprometida, como parte esencial de la
Realpolitik. Este pensamiento contestatario argentino,
estaba íntimamente ligado al existencialismo sartreano, cuyo mayor exponente
era Juan José Sebreli.

Mientras Jean-Paul Sartre
introducía la noción de que cada palabra del
escritor influye en su época, así como cada
silencio también; Sebreli escribía en
Sur:

"Toda lucha, toda revolución exige
indefectiblemente el sacrificio de una generación o de
una colectividad […] La revolución no se hace con
palabras elevadas […] se hace con suciedad, con sangre, con
sudor, con vidas humanas"

La aparición de la violencia como
un hecho inevitable dentro de esa literatura comprometida es
un punto clave para comprender la próxima ruptura interna
en la intelectualidad de izquierda. La literatura como función
social tenía sus límites y
el dilema ya no pasaba por comprometerse políticamente
sino por cómo hacerlo. En palabras de Claudia Gilman la
disyuntiva estaba <<entre la pluma y el
fusil>>.

Este trabajo, por razones de tiempo y
espacio, no puede ocuparse específicamente de describir
aquel proceso que llevó a un número importante de
intelectuales a convertirse en revolucionarios. Pero sí,
nos ocuparemos de algunos casos puntuales (como el del poeta Paco
Urondo, militante de las FAR) que no sólo se decidieron
por las armas sino que lo
hicieron en defensa del peronismo.

Antes que nada, para comprender este acercamiento entre
la izquierda y el peronismo, es preciso detenernos en algunos
aspectos representativos de la época.

"Los sixties comenzaron bastante puntualmente en
Argentina. Acaso el año 1962, fecha de aparición
del seminario
Primera Plana, pueda servir como hito inicial de la ola
modernizadora del campo cultural…"

Si algo se puede aseverar en lo relativo a los
años sesenta, es que marcaron época, a nivel
mundial. Al margen de las innovaciones culturales, de la
irrupción del pacifismo y demás expresiones de
aquella generación posterior a la segunda guerra
mundial, vamos a concentrarnos en la experiencia argentina,
donde el frenesí por la modernidad y el
inconformismo eran las cartas más
jugadas.

Aquellos jóvenes sin maestros que Ismael
Viñas describía como angry young men o
rebels without a cause representaban la necesidad de
ruptura e innovación. La primera diferencia que van a
entablar con los partidos tradicionales de izquierda
(especialmente con el Partido Comunista) será la
explosión de la necesidad de acción
(el culto a la práctica).

En cuanto a la noción de ruptura con el pasado,
se debe entender desde la creciente expectativa de cambios
radicales íntimamente ligados a concepciones
revolucionarias, por ejemplo en términos de H. Arendt, a
la idea de un RENACER. El concepto de hombre
nuevo de Guevara se entiende en esta misma
línea.

Para Carlos Altamirano, la revolución
cubana trae aparejado un florecimiento del
juvenilismo; además, son los jóvenes de la
Nueva Izquierda los que protagonizan el quiebre con antiguas
estructuras y
lideran lo que él clasifica como "ruptura
generacional".

En la Argentina de los años sesenta se
hacía difícil escapar a la sensación
colectiva de que se estaba liderando un momento histórico.
La polis se había tornado más atractiva y resultaba
imposible no sentir la responsabilidad de participar de aquello
que estaba sucediendo. Una generación entera se
sentía protagonista de una época que, para empezar,
ya marcaba tendencia.

La disconformidad con la realidad, la necesidad de
acción con fines radicales, el espíritu
revolucionario y sobretodo la temática generacional y de
época, son valores que la Nueva Izquierda compartía
con los Comandos Revolucionarios Peronistas de la Zona
Sur
:

Actúe Patriota! En esta hora
heroica de la nacionalidad, tenga el honor y la gloria de
haber sido un guerrillero de la Gran Liberación Nacional
[…]

Viva la Patria Libre, Vive el Presidente
Constitucional General Juan Perón. Mueran los tiranos
asesinos y vende patrias […]

PERONISMO O MUERTE Enero
de 1957 "

Sin embargo, a diferencia de la generación
anterior (la izquierda nacional), el grupo
Contorno sí creyó en el Frondizismo como
posible heredero del movimiento de liberación nacional.
Por una lado, Puiggrós confiaba en que "la fuerza
política
independiente del proletariado se desarrollaría
<<dentro del gran movimiento de liberación
nacional>>, esto es dentro del peronismo…".
Por otro,
Osiris Troiani, Ismael Viñas, Noé Jitrik y Ramón
Alcalde participaron "en órganos oficiales de la
campaña que mucho debió a la filiación
yrigoyenista de los Viñas,
[ y ] se tradujo luego
en cargos gubernamentales
[ del gobierno de Arturo Frondizi ]
…". Antes de que ocurriera lo que se llamó la
traición Frondizi, un grupo importante de intelectuales de
izquierda se vio tentado a trazar un paralelo entre la UCRI y el
peronismo, así como se entendía a la UCRP como
heredera de la Revolución Libertadora.

En septiembre de 1955, en la revista
Contorno, Ramón Alcalde publica el siguiente
artículo titulado <<Imperialismo, cultura y
literatura Nacional
>>:

"Así la europeización del estilo de
vida de nuestra oligarquía parodiado por nuestra
clase media es un resultado de su situación de
consumidores puros(…) Consolidar nuestra conciencia
nacional no es un problema de la literatura, ni en
último término del pensamiento, sino de la
acción. Acción que fundamentalmente ha de
ser educacional y política"

Son varios los temas que se desprenden del apartado
anterior. Más allá de la búsqueda constante
de realización mediante la acción política,
hay que prestar especial atención al tópico nacional. Lo
primero que se lee es un innovador rechazo a la cultura europea
que había acompañado a la intelectualidad desde el
comienzo. Así es como entra en escena el fervor
nacionalista, que, como se ha explicado en repetidas ocasiones,
representa aquel poderoso mito, fuerza
motriz de la irracional insurrección.

Según Carlos Altamirano, la nueva importancia que
adquirió la cuestión nacional en los
círculos de izquierda, fue el principal canal de encuentro
entre éstos y el peronismo. Esta generación de
jóvenes que rompe con las tradiciones y plantea una
revisión crucial del paradigma socialista en la Argentina,
se vincula al peronismo especialmente en lo que se refiere al
imperialismo, pues aquel enemigo declarado de Perón, ahora
es el gran enemigo de la neoizquierda. Al margen del
inconformismo que le adjudicaban desde los partidos
tradicionales, la Nueva Izquierda desconfiaba del paradigma
europeo, declaraba un firme anticolonialismo y sobre todo
enfatizaba la cuestión nacional. Así las cosas,
tiene lugar una revisión total del paradigma típico
e histórico del proletariado.

Se critica aquel elaborado por las organizaciones de
izquierda tradicionales que mantuvieron la visión europea
y por eso confundieron al peronismo con el fascismo. Al
aplicar el concepto de socialismo internacional en la Argentina
se perdieron de vista los factores nacionales, decisivos para
interpretar a un peronismo, que después de todo, nucleaba
a la clase obrera. En palabras de Terán, las izquierdas
"acostumbradas a tomar como modelo a la
aristocracia obrera europea, confundieron al
cabecita negra
con el Lumpenproletariat".

Carlos Olmedo (líder
de FAR) subscribe a esta crítica o autocrítica (el
mismo había pertenecido al PC):

"Uno de los saldos más penosos […] fue el
que llevó a caracterizar como fascista al peronismo por
el hecho de que el general Perón (como algunos de los
hombres que lo acompañaban en la formación de la
doctrina y de la puesta en marcha de la experiencia que luego
lo condujo a su condición de gobernante popular)
tomó prestado, incorporó, hizo suyas expresiones,
formas y actitudes
que evocan un <<estilo>> fascista, de alguna manera
vigente en la coyuntura mundial. Si se hubiera hecho el
análisis integral de la formación
histórica argentina, del carácter de las
contradicciones que aquejaban a esa formación, se
hubiera apreciado hasta que punto las características
perdurables y sustantivas del proceso argentino lo
diferenciaban de una manera total de la experiencia
fascista."

El énfasis en la experiencia nacional no
sólo aporta un instrumento ideal para la conjunción
entre el pensamiento de izquierda y el movimiento peronista, sino
que también es uno de los detonantes principales de la
ruptura que protagoniza la Nueva Izquierda con el Partido
Comunista, especialmente. Como dijimos anteriormente se cuestiona
el exceso de dogmatismo, que inevitablemente le resta importancia
a los detalles de cada país. En palabras de
Olmedo:

"Un socialismo que sería mucha más
difícil saber como construir sin el aporte de Marx y Lenin,
pero que no se construye con el mero aporte de Marx y Lenin,
sino con el nuestro, con el de la experiencia de nuestro
pueblo…[…]

…el marxismo ha
pretendido ser convertido por algunos grupos en
bandera política universal y ha sido contrapuesto
absurdamente a la experiencia política de pueblos
enteros. Lo único que se ha logrado con eso es ser
infiel con los pueblos que hacían esa experiencia y ser
infieles con el marxismo…"

En esta misma línea se entiende el siguiente
artículo de León Rozitchner:

"Esta falta de solidaridad de
clase tiene muchas explicaciones. Es por lo pronto, otro
triunfo de la burguesía, de nuestros intelectuales, de
nuestros políticos izquierdistas que nunca se atrevieron
a decir y hacer la verdad hasta el fin, de un comunismo
demasiado pendiente de la defensa de la
URSS
."

Son muchos los errores que la Nueva Izquierda le
atribuye al PC, pero el más trascendental recae en su
accionar histórico frente al peronismo, especialmente en
su participación en 1946 en la Unión
democrática (junto con las clases propietarias, las
fuerzas conservadoras y el imperialismo
yanqui).

Carlos Olmedo, en particular lamentaba que el Partido
Comunista, entre otros, haya sostenido prolongadamente una
política de hostilidad hacia el pueblo y el proletariado y
de alineamiento con la oligarquía.

En esta misma línea de recriminaciones a la
izquierda tradicional, se examina ahora el siguiente
artículo de Juan Carlos Portantiero titulado "Un
análisis marxista de la Argentina"
que salió
publicado en la sección Crítica de PASADO Y
PRESENTE (abril-septiembre de 1964). Éste cuestiona
seriamente un libro de
Benito Marianetti que representaba la interpretación que hace el grupo dirigente
del PC Argentino sobre el pasado y el presente de nuestra
sociedad. Portantiero, no muy conforme con la producción
literaria escribe:

"El análisis del pasado y del presente se
entrecruza con la mera voluntad de justificar esas tesis
(…)La historiografía comunista local ubica a nuestro
siglo XIX en el marco de las revoluciones burguesas
clásicas y de él saca las categorías para
el análisis cuando lo correcto es ubicarlo en el marco
de la historia de la expansión colonial de los
países centrales (…) El fracaso más estrepitoso
de la historia del grupo dirigente del PCA el que se expresa en
el momento de la Unión Democrática, cuyas
repercusiones se siguen viviendo.(…)La
<<cuestión colonial>> representa un problema
teórico y político fundamental dentro del
debate
abierto en el movimiento comunista
internacional."

Volviendo sobre el factum peronista, vale la pena
citar un artículo de la Revista Contorno (septiembre,
1956), en cuya tapa se leía "Peronismo …¿y lo
otro?":

"Aquello que los intelectuales les fue vedado por la
dictadura
nunca tuvo un carácter fatalmente problemático
(…) el conjunto de la realidad nos pasaba tan inadvertido (…)
La ineficacia y la falta de carnalidad eran más bien
impotencia que el peronismo excusaba
cómodamente"

En este último apartado se vislumbra una vez
más la disconformidad hacia la izquierda tradicional por
mantenerse en el terreno de la inacción. Recordemos que en
los años sesenta se produjo el estallido de la necesidad
de actuar, aún cuándo no se tenía muy claro
a fin de qué, lo importante era hacer algo.
Además, la percepción
general de la sociedad se orientaba hacia el permanente
cuestionamiento de la capacidad de los partidos políticos
para promover y alcanzar cambios reales y profundos.

En lo que concierne a la reinterpretación del
peronismo por parte de la Nueva Izquierda, cabe detenerse en
el trabajo de
Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, que viene a cuestionar
el análisis antes elaborado por Gino Germani. Estudios
sobre los orígenes del peronismo
se encargó de
resaltar el rol de los <<trabajadores>> por sobre el
movimiento. Restándole importancia a las diferencias entre
la <<nueva>> y la <<vieja>> clase obrera,
los autores insistían en que Perón solo
había representado la oportunidad efectiva de plasmar
reivindicaciones sociales de larga data. En dicha coyuntura de
surgimiento del justicialismo, Murmis y Portantiero destacan la
previa existencia de una estructura y
organización del proletariado, que luego
fue peronista (apuntando este segundo rasgo como de menor
relevancia).

"El peronismo había sido un proceso
contradictorio y ellos se habían <<propuesto
enfrentar el riesgo de
decir: esto del peronismo, sí; esto del peronismo,
no>>El peronismo había tenido aspectos que ellos
también abominaban (sus rasgos policiales, su
prepotencia), pero bajo él se había despertado
igualmente la <<conciencia de los
oprimidos>>"

La palabra oprimidos forma parte de un esquema
que se repite permanentemente y varía según las
tradiciones ideológicas. En el paradigma histórico
del peronismo la dicotomía es entre descamisados y
oligarcas, sobretodo en el lenguaje de
Evita. Desde el discurso católico, la lucha es entre
desamparados, desposeídos (pobres creyentes) contra
poderosos opresores del pueblo cristiano. Y para los
nacionalistas el mundo está dividido entre naciones
oprimidas proletarias y el resto que las explota. Este panorama
es propicio para el marxismo nacional. Lo cierto es que en los
diversos lenguajes hay un esquema en común, que comparten
su denominación dentro del peronismo
revolucionario.

El sistema represivo
instalado por los gobiernos militares desde 1955 indudablemente
provocó efectos de los más diversos en la población argentina. Entre ellos, es la
sensación de violencia ejercida para con el pueblo la que
prima. Esta forma de gobernar de los militares no hace más
que despertar el impulso de romper con el status quo. Carlos
Olmedo (FAR) afirma que si no se elige responder a la feroz
represión "con la violencia del pueblo, es
porque directamente se elige no responder
". Es así
como la necesidad de modificaciones abruptas y estructurales le
cede el paso a los ideales revolucionarios. Para Olmedo, la
revolución se había convertido en el
"…único modo, o el modo más eficaz en que esto
puede hacerse en esta etapa de la historia de nuestra
patria…"

Sigal contrapone el período peronista,
caracterizado como <<tiempo lento>> al florecimiento
intelectual y ebullición de publicaciones, como
análisis de la cultura y sobretodo a comienzos de los
´60, puede ser explicado por <<la disidencia o el
alzamiento explícito contra la ortodoxia comunista que
iban desde la reivindicación de la óptica
sartreana hasta las posiciones frente a la
URSS
.>>

Irónicamente, la revalorización del
peronismo vive su esplendor a través de la reapertura
intelectual de fines del cincuenta, cuando el peronismo ya no era
gobierno y estaba proscripto.

Entonces, como bien explica Altamirano, una vez ocurrida
la Revolución Libertadora, el hecho peronista
adquirió un papel central en el escenario político
argentino y lo hizo desde el lugar de la proscripción. El
campo político de entonces estaba dirimido por el clivaje
peronismo – antiperonismo.

Por otra parte, las políticas
en materia
económica impulsadas desde el ministerio de Adalbert
Krieger Vasena contribuyeron a polarizar aún más el
escenario socioeconómico, privilegiando al capital de
primer orden en detrimento del pequeño y mediano empresario. De
esa manera, la clase media se aproxima a aquellas propuestas de
corte social, que habían estado siempre
rotuladas como políticas peronistas. Aún
más, la decadencia en líneas generales de la
burguesía contribuye a revalorizar teorías
de la Revolución Social y al proletariado, provocando,
entre otras cosas, un creciente <<obrerismo>> (hasta
los mismos universitarios decidían cambiar las aulas por
las fábricas para poder
experimentar en carne propia la vida del obrero, trabajando a la
par del mismo).

En palabras de Claudia Hilb:

"Uno de los aspectos que hay que considerar es el
impacto que tuvo el régimen militar del ´66 sobre
los sectores medios
urbanos, dado que será de éstos de donde
provendrán gran parte de los integrantes de la NI. El
congelamiento oficial de toda actividad política, la
represión contra la Universidad, la censura,
cerrarán los canales de expresión de los sectores
medios urbanos, que se habían desarrollado sin mayores
dificultades durante los gobiernos civiles
pos-peronistas"

Además la autora asegura que el proceso de la
Nueva Izquierda argentina no es discernible de la
situación global (revolución cubana,
maoísmo, trotzkismo, etc
)

Ahora bien, acerca del impacto de la revolución
cubana en el suelo nacional,
vale la pena recorrer el artículo de Alexis Abel Latendorf
publicado en la Revista Che del 17 de febrero de 1961 (año
1, página 11). Titulado Cuba plebiscitada en Buenos
Aires
, la nota explica la reacción de la prensa argentina
tras la caída de Batista.

" Crítica hizo aullar las sirenas y Correo
de la Tarde despistado, inventó una conversación
telefónica con el Che Guevara,
en la cual éste enviaba saludos a Aramburu. Guevara,
semanas después, desmintió dichas declaraciones
ante el periodista argentino Jorge Masetti, actual director de
Prensa Latina.

_Desconozco qué acciones en
beneficio de Latinoamérica ha realizado el general
Aramburu _ afirmó el Che.

(…) Las elecciones del 5 de febrero se
fueron colocando alrededor del eje de la
cuestión cubana. Los dirigentes de los partidos
tradicionales se apresuraron a manifestar su anti-cuba .
Alguno que otro quiso escabullir el bulto diciendo que se
trataba de un problema extranjero. El socialismo Argentino
mantuvo imperturbable su apoyo total, sin fisura, a la
revolución cubana. Tal posición significó
que el Partido Comunista, el movimiento popular Argentino y
grupos de estudiantes manifestaran públicamente su
decisión de votar por Alfredo Palacios"

Pero la ambigüedad con respecto a la
revolución cubana no sólo se dio en el
ámbito de la izquierda argentina. Como explica Gillespie ,
fueron los antiperonistas convencidos los primeros en celebrar la
victoria rebelde, pues la entendieron como una versión
caribeña del derrocamiento de Perón. El Almirante
Rojas había aclamado el éxito
de Castro como <<un triunfo que traerá la
alegría no sólo Argentina, sino también a
toda América y a todo el mundo libre
>>. Por otro
lado, la hostilidad peronista hacia la revolución se
manifiesta en el rechazo del líder obrero Andrés
Framini en los años sesenta.

Como se evocó, la repercusión de la
revolución cubana en el territorio latinoamericano no es
para nada insignificante. En el terreno cordobés,
específicamente, un grupo de intelectuales, por entonces,
aún ligados al Partido Comunista publicaban la revista
PASADO Y PRESENTE.

En el ejemplar de enero-marzo de 1964, José
Aricó escribe una nota titulada Examen de
conciencia
:

"La revolución cubana, esa
revolución "intrusa" ese hecho inesperado,
desconcertante, que venía a derrumbar los perfectos y
aburridos esquemas transformistas de quienes ya habían
decidido postergar las revoluciones para las "calendas
griegas", nos conmovió profundamente. Frente a la
opinión "oficiosa" del grupo dirigente del Partido,
desconfiado como siempre de todo lo nuevo, Cuba se nos
aparecía más que como una excepción (…)
como la apertura de un nuevo curso revolucionario. (…)
Ghioldi nos critica porque en nuestra presentación no
hemos citado a Lenin ni una sola vez. Agosti nos recrimina que
hayamos extendido al leninismo su partido de defunción
reemplazándolo con las maneras más
untuosas…"

Si bien para el momento en que se escribió el
artículo ya se había producido un quiebre entre el
pensamiento de José Aricó y Héctor Pablo
Agosti, originalmente había sido éste el mentor del
pensamiento gramsciano de Pasado y Presente. La primera
difusión latinoamericana de Gramsci comienza con Agosti,
quien editó las cartas del comunista italiano en 1950 y
los Cuadernos de la cárcel entre 1958 y 1962. Las
traducciones del pensamiento gramsciano aparecen en nuestro
país antes que en Francia o los
Estados
Unidos. Lo cierto es que Agosti había sido el
<<padrino>> intelectual de Juan Carlos Portantiero.
Aricó, que vivía en Córdoba, se
incorporó más adelante al grupo y ambos son
incentivados por Agosti a escribir en Cuadernos de Cultura. Luego
sobrevino la ruptura con el stalinismo y finalmente se produce su
expulsión del PC. Es en ese punto donde el
<<maestro>> no acompaña a sus
discípulos, que reivindicaban a Gramsci con el
título de la revista.

Para este grupo de jóvenes intelectuales la
premisa era romper con las barreras del dogmatismo y las
jerarquías, promoviendo la libertad de
discusión y el marxismo heterodoxo. El esquema
teórico de Gramsci acompañaba armónicamente
a los sucesos mundiales como la revolución cubana o la
ruptura chino-soviética. El comunismo italiano
aprovecharía la apertura del PCUS para romper el
monolitismo soviético y afirmar el poli centrismo. De esta
manera, a través del módulo nacional popular se
hacía posible la relectura del peronismo. Además
"el voluntarismo gramsciano resultaba congruente con el deseo
de revolución mediante el cual el grupo Pasado y Presente
compartía el aroma espiritual del
humanismo
."

El primer ejemplar de PASADO Y PRESENTE (abril-junio
1963) comienza con una cita del mismo Gramsci; en su primera
página, Aricó escribe sobre "cómo y por
qué el presente es una crítica del
pasado…":

"Si el marxismo en cuanto historicismo absoluto puede
ayudar a la Izquierda a comprender la dinámica generacional, el permanente
replanteo de la cuestión de los <<viejos>> y
los <<jóvenes>> es siempre a condición
del esfuerzo por renovarse, por modernizarse, por superar lo
envejecido, que debe estar en la base de la dinámica de
toda organización revolucionaria…"

Algunos fuentes
aseguran que José Aricó y Portantiero efectivamente
se vincularon con el Ejército Guerrillero del Pueblo de
Masetti y posteriormente con la
organización Montoneros y especialmente con las FAR,
originalmente de tendencia Gramsciana.

Sin embargo, en entrevista con
Gabriel Rot estos datos son
cuestionados por completo:

"Yo te diría que no [que las FAR no son
gramscianas] puede haber una influencia de Gramsci,
sí…eran marxistas muy clásicos, muy
clásicos, eso vos lo ves en las lecturas que podés
hacer de los debates con [Carlos] Olmedo; puede haber alguna cosa
gramsciana o alguna interpretación gramsciana porque ellos
como marxistas decían que había que estar con el
movimiento obrero, ser orgánicos con el movimiento obrero,
que era peronista, quizás en esa búsqueda de la
organicidad, del ser orgánicos con el movimiento obrero
desde el marxismo…"

Cuando se le comenta a Rot la interpretación de
Olmedo sobre el peronismo y el rechazo al dogmatismo de las FAR,
asiente:

"Exacto, por ese lado quizás les
podés ver alguna cosa gramsciana, pero que ellos sean
marxistas gramscianos, creo que no"

Acerca de la relación entre Portantiero y las
FAR, Gabriel Rot asegura:

"Portantiero no tenía que ver con eso [FAR].
Portantiero viene del PC, rompe con el PC, forma lo que
acá se llamó VR, Vanguardia
Revolucionaria, que era el grupo afín al de
Aricó, Pasado y Presente, en Córdoba, que ellos
sí eran gramscianos, o que introducen a Gramsci, pero
Portantiero con la
R , creo que no tuvo
absolutamente nada que ver"

Según María Matilde Ollier , las Fuerzas
Armadas Revolucionarias surgen desde la Neo Izquierda y desde esa
postura reinterpretan al peronismo como LA
expresión política de la clase obrera y del pueblo.
Acentuando el carácter clasista, para ellos
intrínseco en la doctrina justicialista, concluyen que es
mediante ese movimiento que se alcanza el nivel más alto
de conciencia social en la historia argentina. Una vez insertada
dentro del peronismo revolucionario, FAR subscribe más a
la experiencia épica que a la sumisión al
líder. En lo referente a la lealtad hacia Perón,
mantiene diferencias sustanciales con Montoneros. Sin embargo,
FAR no deja de identificarse con otros hitos del peronismo, que
han sabido convertirse en mito:

"…las matanzas atroces de Plaza de Mayo, en junio
de 1955, los fusilamientos absurdos de Valle y sus
compañeros, la muerte de Vallese y tantos otros
mártires…"

A la interpretación del peronismo por parte del
ERP (como
movimiento que estimula la conciliación de sectores y
"obstaculiza la profundización de la lucha de
clases
") FAR le responde entrelazando la cuestión
social con la nacional. Para esta agrupación, el nacionalismo
adquiere una forma revolucionaria en países
económicamente dependientes pues se transforma en la
amalgama conceptual de los grupos que se ven perjudicados por el
imperialismo. En palabras de Carlos Olmedo:

"En la Argentina, el nacionalismo revolucionario
implica la valoración positiva de una experiencia
fundamental de nuestro pueblo, que es la experiencia
peronista…"

Previamente, el líder de las FAR describía
el camino que su organización, originalmente marxista,
transitó hacia el nacionalismo:

"Y el Cordobazo termina por nacionalizarnos,
constituye un peldaño de nacionalización de
enorme valor para
nosotros. Con ese conjunto de pequeños grupos del que
formábamos parte, decidimos asumir la respuesta de
nuestro pueblo a la presencia de Rockefeller y procedimos a
incendiar una cadena de supermercados de su
capital."

El 26 de junio de 1969, a las tres de la madrugada,
trece supermercados Minimax se incendiaron tras el estallido de
bombas caseras
(paquetes de mercadería con nafta y pelotitas
de ping pong con ácido). El gobernador de Nueva York,
Nelson Rockefeller, quien estaba de visita en el país, era
inversionista de dicha cadena de supermercados. La
operación no fue firmada pero más adelante se supo
que había estado organizada por Carlos Olmedo y
María Angélica Sabelli entre otros.

En declaraciones posteriores, Carlos Olmedo
explicaría las causas que llevaron a las FAR a no firmar
la voladura de los Minimax:

"Nosotros sentíamos que, de algún
modo, habíamos expresado una necesidad popular
procediendo a la destrucción de esos supermercados, pero
al mismo tiempo comprendíamos que no estábamos en
condiciones de responder a la expectativa de continuidad que
esa operación había hecho crecer en vastos
sectores populares."

Carlos Olmedo se había casado unos años
antes con Isabel Goldenberg. Los hermanos de ésta,
Carlitos (futuro militante de FAR y Montoneros), Liliana y su
prima Mercedes Depino asistían a las clases sobre Historia del
Arte que Carlos Olmedo gentilmente les ofrecía. Los
Goldenberg habían estudiado en el Nacional Buenos Aires,
donde Olmedo era celador. Olmedo era el hijo de un exiliado
paraguayo, de familia humilde y
tuvo que empezar a trabajar ni bien terminó el Nacional,
mientras estudiaba Filosofía.

Todas las fuentes coinciden en que Carlos era brillante.
Carlos había militado en el Partido Comunista pero para
1966 había roto con ellos, sin embargo, era un militante
carismático y en la universidad tenía un
pequeño grupo que respondía a él. A Carlos,
y a Roberto Quieto (joven abogado que había sido un activo
militante comunista en la facultad) acudió Antonio
Caparrós para hacerles una interesante oferta.
Antonio Caparrós, que se había alejado del PC en
1963 junto con Juan Carlos Portantiero y Juan Gelman,
creía en la posibilidad de una guerrilla en la Argentina.
En 1964 había hecho un trabajo sobre <<Los
incentivos
morales y materiales en
la producción>>
y se lo había mandado a
su ex compañero de la Facultad de Medicina,
Ernesto Guevara de la Serna. A éste le interesó
pero para cuando Caparrós pudo viajar a Cuba, Guevara ya
no estaba allí. Por eso, en febrero de 1966, el contacto
lo hicieron directamente con Fidel Castro,
quien le dio al argentino algunos papeles, dinero y la
promesa de instrucción militar. El proyecto
consistía en la creación de guerrillas rurales
argentinas como apéndice de la que el Che empezaba
a preparar en Bolivia.

Nacido gracias al ENL boliviano, el grupo que luego se
llamaría Fuerzas Armadas Revolucionarias se
alimentó especialmente de disidentes del PC y del
trotskismo.

Según Gasparini, a las FAR se suman
también ex militantes de las FAL (antes de que ésta
se fusionara con el Ejército Revolucionario del Pueblo).
En sus orígenes las FAR y las FAL compartían el
mismo campo ideológico. Las FAL, marxistas leninistas
(procedían del PCR) y las FAR, marxistas guevaristas. Sin
embargo, en 1970, las Fuerzas Armadas Revolucionarias deciden
alinearse con el peronismo. Más adelante, los restos de
las FAL, se incorporan al ERP –PRT.

La muerte del Che en octubre de 1967 significó
más que un cambio de planes para los militantes de las
FAR. Olmedo que había recibido entrenamiento
militar en Cuba especializado en guerrilla rural, ahora
debía replantearse por completo la estrategia
revolucionaria en la Argentina. En el seno de la
organización, la idea de un modelo rural en Tucumán
quedó descartada y comenzaron los planes para las operaciones en la
ciudad. Olmedo consiguió reclutar a Carlitos Goldenberg,
apodado Andresito para las FAR (luego en Montoneros, sería
rebautizado como Tomás), y a su vez, su cuñado
incorporó a su amigo Sergio Paz Berlín ("Oaki" o
Dante). María Angélica Sabelli ("la petisa") era la
responsable del grupo donde habían empezado a militar
aquellos, los más jóvenes, junto con Adelaida
"Mini" Viñas y Claudia Urondo, hijas de los escritores
David Viñas y Paco Urondo (quien luego se sumaría a
la militancia en las FAR). Este grupo de los cuatro más
jóvenes (Goldenberg, Berlín, Viñas y Urondo)
fueron colaboradores en el operativo Minimax.

Para mediados del ´69, la organización
liderada por Olmedo y Quieto todavía no tenía
nombre. Si bien estaban de acuerdo en cuanto a la
concepción del foco guerrillero urbano, discrepaban a
menudo con respecto al peronismo. Olmedo (cuyo nombre de guerra era
"Germán" o "José") era de la partida de acercarse
al movimiento popular pues de ello dependía el
éxito de ser aceptados por la sociedad. Creía que
habían sido justamente los campesinos los que le
habían jugado una mala pasada al Che en Bolivia,
pues éste no había conseguido que las clases
populares lo reconocieran como defensor de sus propios
intereses.

Finalmente, el 30 de julio de 1970 las Fuerzas Armadas
Revolucionarias se dieron a conocer mediante el operativo
"Gabriela", la toma de la localidad de Garín en menos de
45 minutos. Primero coparon la central telefónica, dejando
incomunicado a un pueblo en unas pocas maniobras. Continuaron
tomando el destacamento policial y expropiando sus armas. En las
paredes de la comisaría ya se veían pintadas que
decían "Fuerzas Armadas Revolucionarias, libres o
muertos, jamás esclavos"
. Al mismo tiempo, otros
militantes se encargaban de reducir al dueño de una
ferretería que según las averiguaciones previas
resultaba ser el único radioaficionado del pueblo.
También intentaban vaciar la caja fuerte de una sucursal
del Banco Provincia
pero no pudieron conseguir las llaves y finalmente tuvieron que
evacuar, no pudiendo evitar corridas y tiroteos con la
policía. Un par de horas después, en todas las
radios del país se hablaba de un nuevo grupo guerrillero
que estaba tan bien entrenado que había llevado a cabo a
la perfección un operativo de gran complejidad.

El día siguiente, el diario Clarín
publicó un comunicado de las FAR, que habían
ocultado detrás del espejo del baño de hombres, en
un bar en Caseros y Montes de Oca:

"Después de algunos años de
acción anónima, asumimos hoy en Garín
nuestra identidad
política y, como Fuerzas Armadas Revolucionarias,
proclamamos:

1)Que la lucha armada nos es impuesta como
única salida por largos años de violencia
oligárquica. Esta violencia, que nuestro pueblo
está hastiado de soportar, tiene formas feroces y
descaradas. Nadie olvida la sangre que corrió en Plaza
de Mayo en junio de 1955, los fusilamientos de Valle y sus
compañeros en junio de 1956, los tanques en la calle
burlando una vez más la voluntad popular en marzo de
1962, las torturas y los asesinatos de Vallese,
Pampillón, Jáuregui, Balde, Maza y tantos otros
héroes y mártires del pueblo.

2)Que por lo tanto asumiremos esta forma de lucha
hasta lograr la expulsión del poder de la
oligarquía servil, de los militares y policías
que custodian sus privilegios y del poder extranjero que les
manda cumplir el triste papel de vendepatrias opresores de
nuestro pueblo.

Porque en la Argentina, los derechos fundamentales no
se conceden, se conquistan. Lo que se nos ha quitado por la
fuerza, sólo por la fuerza podrá ser
reconquistado, defendido y desarrollado.

3)Que marchamos al combate sin vacilaciones,
impulsados por la necesidad de coronar con la victoria total el
camino que inició nuestro pueblo el 17 de octubre de
1945.

"Nos guía en este empeño el limpio
ejemplo revolucionario de ese gran argentino y latinoamericano
caído en Bolivia y convertido por su lucha en un San
Martín del siglo XX: el comandante Che
Guevara.

(…) Libre o muertos, jamás esclavos.
¡Hasta la victoria siempre!

Fuerzas Armadas Revolucionarias"

En el operativo "Gabriela" participaron alrededor de
cuarenta militantes de las FAR. Además de los militantes
ya nombrados, se contaban entre sus filas también a Jorge
y Arturo Lewinger, Carlos Alberto Astudillo, Alberto Camps,
María Antonia Berger, Juan Gelman, Marcos Osatinsky,
Alfredo Kohon.

Cinco meses después de la toma de Garín,
el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, frente a
un reportero del medio cubano, Granma, desarrolla los
principios
fundacionales de su organización, así como su
postura frente a los puntos más relevantes:

"No es preciso esperar que todas las condiciones se
den, es posible contribuir a crearlas mediante el ejercicio de
la acción […] no es posible esperar que se den todas
las condiciones, estas no se darán jamás todas
juntas si no se comienza con una acción revolucionaria
[esto es] extraer del enemigo los recursos
necesarios para crecer organizativamente. Oponer la violencia
popular a la violencia del régimen.."

Con respecto a los operativos, Olmedo asevera que
"los ancestros de FAR" llevaron a cabo otras operaciones
entre Minimax y Garín:

"…fundamentalmente expropiaciones de banco. Puedo
referirme a una de ellas por exitosa y por provechosa
económicamente: el banco de Don Torcuato, abril del 70.
Entre ambas hubo otras."

Más adelante, Olmedo expresa su opinión
sobre los resultados del operativo "Gabriela". En un juego de
palabras con la conocida frase del Che sobre "crear
dos, tres, muchos Vietnam"
, Olmedo sentencia: "Y muchos
Garín sobrevendrán en esta guerra."

Para fines de 1970, FAR ya se consideraba una
organización peronista.

CONCLUSIONES

Según el esquema de Gabriel Rot, la coyuntura
global es un factor determinante en la emergencia de grupos como
las FAR, oriundos del comunismo o guevarismo, en este caso
particular y cuyo destino será compartido por otras
disímiles tradiciones que confluyen en el
peronismo:

"Básicamente, lo que hay es una confluencia
de varios elementos: vos tenés una situación
internacional, marcada por movimientos del Tercer Mundo, en
donde sale particularmente Argelia; Revolución Cubana;
estamos en la guerra de post- guerra de Corea (sic) y guerra
fría. Una situación internacional concreta.
Tenés una situación internacional teórica,
de crisis de lo que sería la izquierda, rupturas…
chino-soviética, donde la expresión más
importante de todo esto va a ser los debates en Francia,
Sartre. Todo esto estalla en Movimientos guerrilleros en todos
lados, esto hace que se forme la famosa Nueva Izquierda. La
Nueva Izquierda va a ser una Nueva Izquierda Armada y una Nueva
Izquierda no armada. Se va a llamar Nueva Izquierda a todo lo
que rompe con PC y PS. Dentro de la Nueva Izquierda no armada
vas a encontrar fundamentalmente a los grupos maoístas.
El trotskismo ya viene con una tradición previa como
para decirle Nueva Izquierda. En la izquierda armada
están todos los movimientos. Acá sí,
podrías hablar dentro del peronismo, de las
FAR"

*

A pesar de haber elegido a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias como organización paradigmática de
la incorporación de sectores de izquierda al peronismo
revolucionario, vale la pena aclarar que la contribución
de militantes marxistas excede a dicha agrupación. En
rigor, la idea de un peronismo revolucionario implica en
sí misma la combinación de valores peronistas y
socialitas. En este caso, el pensamiento de izquierda
podría entenderse como el origen y el destino,
simultáneamente. No fueron pocos los cuadros de las OAP
que dieron sus primeros pasos en la militancia socialista o
comunista, pero lo cierto es prácticamente todos acabaron
por proclamar "la patria socialista" como objetivo
final.

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Guadalupe Rojo

Este trabajo forma parte de la tesis presentada para la
Universidad Di Tella "¿La Patria Socialista? Un estudio
sobre la izquierda armada peronista".

Partes: 1, 2
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